Exactamente el mismo día en que al mirar con fijación mis
manos cansadas descubrí como una minúscula arruga comenzaba a surcar la fina
piel, decidí pararme a mirar al pasado, un vistazo fugaz por los años ya
vividos.
Las sonrisas que robé, y las que me robaron.
Las lágrimas que desperdicié y las que merecieron la pena.
Las personas que gané, y las que quisieron irse de mi lado.
Las personas que por desgracia nunca volverán.
Los errores que cometí, y aquellos de los que me
enorgullezco.
Las alegrías que aun hoy inundan mi alma de color.
Los sueños que deseé y los que con los pasos de los años
conseguí hacer realidad.
Las mentiras, los fracasos y las traiciones. Las
experiencias aprendidas de ellos.
Las preguntas que aún hoy continúan sin respuesta.
Las metas que has logrado y las que dejaste por el camino.
Los amigos que perdiste, los que aún siguen a tu lado.
Los besos de tus familiares, quizá también el de tus
animales.
Aquella herida de la que hoy solo queda una marca.
Aquel olor que nunca se olvida.
Aquel viaje, aquellas fotos.
La sensación de la arena por debajo de las uñas en tu primer
viaje a la playa.
Las pequeñas cosas por las que merece la pena vivir, mirar
al pasado y sonreír. Desear volver a ciertos momentos y disfrutarlos de nuevo,
sin cambiar absolutamente nada de aquello que pudo rozar la perfección.
Las pequeñas cosas que te hacen ver que aún queda un futuro.
Un futuro anclado a lo que un día serán los cimientos de tu pasado.
Pequeñas cosas que HOY debes disfrutar, para sonreír con su
recuerdo MAÑANA.
Disfruta de las pequeñas cosas de la vida, por estúpidas que
parezcan son el verdadero significado de la felicidad.
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